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martes, 13 de julio de 2010

El mejor martes 13

Parece lejano aquel Uruguay que, hasta hace no mucho, lucía un orgullo equivocado (con alta dósis de soberbia) y se vanagloriaba de no festejar otra cosa que no fueran campeonatos. 'No celebramos segundos ni terceros puestos', era una frase muy escuchada entre una afición uruguaya cuyos equipos ni siquiera alcanzaban esos segundos, terceros y hasta cuartos puestos que parecía despreciar.
Los uruguayos seguían paseándose por el túnel del tiempo, recurriendo siempre a un 'Maracanazo' inolvidable, pero que se quedó sin continuidad.
Parecía que solo otro campeonato mundial obtenido era digno de festejarse, tal vez porque aquellos héroes del 30 y del 50 dejaron el listón muy alto o tal vez porque se generó un 'efecto mareo' en un país chico, pobre y mal trabajado en lo deportivo.
Más allá del enorme mérito deportivo que tuvo esta gesta, ha quedado implantada en la sociedad deportiva uruguaya una nueva mentalidad, que ahora celebra procesos, valora la entrega de alma de sus jugadores, reconoce la seriedad y el comportamiento ejemplar de sus delegaciones. Eso fue lo que llevó a cientos de miles de uruguayos a la calle el mejor martes 13 de la historia del fútbol celeste.
Ese Uruguay que volvió a ser protagonista de un mundial, sin pegar, sin protestar desmesuradamente, sin ensuciar la cancha, sin exponerse patéticamente, es el Uruguay de la verdadera 'garra charrúa', que no significa otra cosa que dejar todo en la cancha, jugando al fútbol, en defensa de la camiseta que representa a menos de cuatro millones de habitantes, pero que ha sabido ganarse un lugar en la mejor historia del fútbol mundial.
Este equipo humilde y este pueblo agradecido son también el mejor homenaje a aquellos equipos capitaneados por José Nasazzi (1930) y Obdulio Varela (1950). Este equipo ha sabido decirle al mundo 'todavía estoy aquí' y ha obligado a los más escépticos, dentro y fuera del país, a pararse a aplaudir.
La palabra más repetida en la recepción multitudinaria que el pueblo le profesó a la selección fue 'gracias'; tal vez el vocablo más humilde que existe y que está tan lejos de aquella vanidad confundida, que exigía lo que en el escenario futbolístico mundial de hoy es muy difícil de lograr para un país chico.
Ahora el pueblo uruguayo se merece tener semejante equipo y el equipo se merece representar a semejante pueblo. Si fue un gran mérito el de la Selección dentro de la cancha, no lo fue menos el efecto que causó en la afición. El pueblo entendió que la entrega fue total y respondió de la misma manera. 
Ahora sí Uruguay vitorea cuartos puestos, reconoce procesos y agradece a los que dieron todo en la cancha por la 'celeste'. Ahora sí está el mejor reconocimiento para ellos, que se sintetiza en decenas de millones de litros de lágrimas, miles de cantos, decenas de miles de banderas y caras pintadas, centenares de miles de manos levantadas y una sola palabra: 'gracias'.




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