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miércoles, 24 de febrero de 2010

R: Paraíso de las supersticiones



Están en los vestuarios, entran a la cancha con los jugadores y se quedan en el banquillo con los técnicos. Más allá de habilidades y tácticas, la gran mayoría recurre a ellas en busca de una ayuda para la victoria.
La superstición es tan antigua como la memoria del hombre y ha marcado presencia en todos los actos llevados a cabo por éste. Desde la religión hasta el trabajo, desde la política hasta el deporte y desde el amor hasta el odio, las cábalas supersticiosas siempre han tenido lugar.
No pasar bajo una escalera, que se cruce un gato negro, no hacer esto antes de … o hacer aquello previo a… ha ayudado a muchos a confiar más en el buen destino de cualquier empresa que emprendan. El fútbol no es la excepción; por el contrario es uno de los ámbitos donde los supersticiosos o ‘cabaleros’ parecen confluir en mayor cantidad y confiarse a ritos previos, usos de prendas o actos casi imperceptibles para los demás, para lograr esa victoria que tanto anhelan.
Aunque existen excepciones, como la del portero uruguayo del Atlas, Jorge Rodrigo Bava:"Nunca tuve cábalas, trato de caber bien las cosas, … respeto mucho a la gente que tenga, pero yo no me aferro a ninguna de esas cábalas".
Los jugadores de países nórdicos europeos no tienen este tipo de costumbres, confían plenamente en sus habilidades, lo que la mayoría de las veces se refleja en su rendimiento, frío y calculador. Sin embargo los del Mediterráneo (España, Italia, Grecia, Portugal y Francia) tienen las mismas cábalas que los latinoamericanos. El ejemplo más reciente lo tuvimos en el pasado Campeonato Mundial, en las Semifinales entre Italia y Alemania. Los italianos argumentaban que serían campeones porque su país cada 12 años ganaba el Mundial.
Estudios sociológicos han demostrado que cuanto mayor es el nivel de exigencia en un deporte, más se hace presente la superstición. Desde los más anónimos hasta los más estelares han confiado en cientos y miles de cábalas, creencias y supersticiones. Es un hecho que un gesto, un reflejo, una costumbre, sirven para dar una mayor serenidad, mayor concentración o quizá una pequeña ilusión a quien está a punto de saltar al campo.
Muchos traen consigo a la cancha amuletos, como patas de conejo, monedas, imágenes bendecidas de santos milagrosos o simplemente la corbata o el calzoncillo ‘de la suerte’. También están los que entran al campo con el pie derecho, besan el pasto, se persignan hincándose sobre la línea de cal lateral o ingresan dando un pequeño salto.
Ya en el interior de la cancha, algunos marcan una cruz con el pie, otros llevan camisetas debajo del uniforme con imágenes religiosas, de sus hijos o de algún equipo anterior. Algunos tienen estampas de santos o llevan escondida entre las ropas la medalla de la madre o la esclavita de un bebé. Si ganaron el partido pasado, es casi ley que repitan la ropa interior o que la camiseta vuelva a jugar, sin ser lavada (¡Parece que el agua y el jabón borran la buena suerte!).
Estos elementos, los protegerán por completo de lesiones, de malos resultados o de pésimos partidos. Las precauciones son más que necesarias para desarrollar algo que ni sus entrenadores ni sus preparadores físicos pueden proporcionarles: la seguridad extra, una seguridad que muchos futbolistas no saben si es cierta o no, pero "por si acaso" también la realizan.
Aquí va una breve recopilación de hechos sucedidos en las canchas y costumbres de algunos famosos jugadores y técnicos de profesionalismo mundial.
Vino cruel
Previo al comienzo del partido entre Rosario Central y San Martín de Mendoza por el Campeonato Nacional de 1967 se produjo una insólita demora. Por cábala los rosarinos siempre esperaban que sus rivales salieran a la cancha para recién allí ingresar ellos, mientras que los mendocinos también hacían lo mismo, pero en este caso por otra cuestión; aguardaban para poder regalar cajas de vino a sus adversarios.
Finalmente los jugadores de Rosario Central salieron en esa ocasión primero que los locales, pero no aceptaron el obsequio de sus rivales por estar disgustados debido a que debieron salir antes que el rival a la cancha. Al final del encuentro San Martín ganó por 2 a 1.
‘Atájala San Blas’
En los años cuarenta, existía en México un portero muy supersticioso llamado Felipe Castañeda. Le decían "La Marrana" porque acostumbraba escupir el balón cada vez que lo tomaba en sus manos. Castañeda entraba al campo de juego antes que los demás integrantes y era también el primero en llegar al estadio. Se acercaba a la portería que le tocaría en turno proteger y enterraba en ella cruces y figuras. La superstición de Castañeda era extrema: No tomaba el salero si provenía de la mano de otra persona, nunca pasaba por debajo de una escalera y odiaba con toda su alma a los gatos negros.
Pero sin duda, por lo que más se le conocía a este carismático portero era por su costumbre a rezar durante el partido cuando el cuadro rival lo atacaba. Sus rezos favoritos eran: “¡Ciégalos, Santa Lucía, ciégalos Santa Lucía!" cuando venía un avance enemigo y cuando le lanzaban un tiro peligroso, atinaba a decir: "¡Atájala San Blas, atájala San Blas!".
Un domingo, cuando Castañeda jugaba para  los Tiburones rojos del Veracruz, en un partido contra el Atlante, el "Caballo" Mendoza no fue ‘cegado’ por Santa Lucía y le anotó a Castañeda mientras se escuchaba el clásico "¡Atájala San Blas!".
El peruano Rufino Lecca, compañero de equipo de Castañeda, al ver que éste había cerrado los ojos al momento del disparo, fue por el esférico al fondo de la portería y le dijo enojado a su cancerbero: "¡Atájela usted, hijo de P..., que es el que cobra!".
Mostaza cabalera
Uno de los más cabaleros en el ambiente futbolero argentino es Reinaldo ‘Mostaza’ Merlo, conocido por hacer los cuernitos ante jugadas del adversario en su contra, como así también el famoso ‘paso a paso’ para obviar las preguntas del periodismo, o usar la misma ropa, no jugar un día viernes (es de ‘mala suerte’ según él).
Otra de las características de Mostaza es que no le agradan las flores, ya que las considera de mala suerte. Por eso, cada vez que se acerca al banco de suplentes en un estadio visitante, las hinchadas rivales -que lo conocen- le tiran flores.
Conjuros y corbatas
Algunos creen en ciertas “ayudas extras”, no sólo con amuletos, hojas de ruda macho, vestimentas o rituales, sino también recurren a brujos para que sus equipos ganen.
Ricardo La Volpe, ex técnico de la Selección de México, Boca y varios equipos de la Primera División azteca,  llamaba a una especie de consejera espiritual para conocer a qué jugadores debería de convocar por México al Mundial de Alemania 2006.
El supersticioso “Bigotón” va a todos lados con su brújula para orientar la cabecera de la cama siempre hacia al norte, como mandan los libros de esta práctica milenaria.
La Volpe hizo cursos con especialistas de España, y adoptó el uso de corbatas con dragones y amuletos para atraer buena suerte.
Calzoncillos suertudos
Un ritual singular es el del goleador brasileño José Róbson do Nascimento, que fortalece su vocación con dos ritos obligatorios antes de cada partido: huele sus botas y viste el mismo calzoncillo, que solo lo cambia al siguiente año.
"Uso el mismo calzoncillo en cada partido. Del comienzo al final del año. Es una cosa que también me da suerte", sostiene "Robgol", una de cuyas preocupaciones es el inevitable desgaste de la prenda.
El arquero colombiano René Higuita jugaba siempre con calzoncillos de color azul y se sentía tan seguro que practicaba salidas infartantes del área para ejercer de centrocampista.
En el Mundial de Italia'90, no se sabe si por el cambio de color de la prenda, se alejo 40 metros del arco e intentó eludir a Roger Milla. El camerunés le arrebató el balón y anotó el gol que envió a los colombianos a casa, con calzoncillo y todo.
Agua bendita
El agua acompañaba también, en una botellita, al técnico italiano Giovanni Trapattoni en el Mundial de 2002, pero no era un líquido normal ya que estaba bendecido. El "Trap", antes del comienzo del partido, derramaba sobre el terreno de juego un poco de agua, gesto que repetía cuando las cosas no salían bien para su equipo.
El agua bendita se la entregaba su hermana mayor Romilda, monja del convento milanés de Santa María Bambina. El talismán no salvó a Italia de caer en octavos ante Corea del Sur, aunque los "azzurri" culparon al árbitro ecuatoriano Byron Moreno de la ‘herejía’ de aquella derrota. El agua bendita del "Trap" era intocable.
 Otros amuletos
 Oswaldo Sánchez reza frente a la portería antes de cada juego, los Pumas no se afeitaron durante toda la liguilla del Apertura 2004 en la que consiguieron el bicampeonato.  Monterrey cargó a todos lados con un muñeco de Hulk que supuestamente les daba suerte. El equipo Toros Neza llevaba máscaras de luchadores a todas las canchas, saltaban al terreno de juego con atuendo de Halloween y se pintaban el pelo de color rojo para buscar el campeonato.
En la final 2005/06 de la “Champions League”, los jugadores de Barcelona confesaron que entraron a la cancha sin mirar la Copa; sólo lo hicieron al terminar el partido para celebrar el triunfo.
Mario "Lobo" Zagalo, único brasileño en consagrarse campeón mundial como técnico y jugador,  es un fanático del número 13, señal para muchos de mala suerte.
En el Mundial de México 1986 Carlos Salvador Bilardo le prohibía a los jugadores comer carne de pollo porque les traía mala suerte; en el Mundial Italia 90, dos días antes de la Final, salió de la concentración para saludar a una novia en un matrimonio que se realizaba en el mismo hotel donde se encontraban, además solicitó que le regalara el ramo de novia a Maradona, para que les diera suerte.
El entrenador Raymond Doménech, técnico de los Francia, es un amante de la astrología y las ondas esotéricas. El inglés John Terry confirmó que tenía más de 50 cábalas. A Freddy Rincón, en el Mundial de Estados Unidos 94, un brujo le recomendó cuidarse de una lesión el día del encuentro contra el equipo estadounidense y su rendimiento no fue el mejor.

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