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miércoles, 24 de febrero de 2010

R: Albumes de figuritas



Entre las varias versiones de pasión en las que ha llegado el fútbol a la gente, estuvo y está –aunque un tanto devaluada- la de los álbumes de cromos o figuritas, nacida de la observación de la idolatría que provocaban los cracks, y de lo adeptos y adictos (ambos) que podían ser los niños a las colecciones. Se convirtieron en un ‘boom’ que cada temporada comenzaba con la liga o con las clases escolares, para ayudar a los kioscos barriales a sobrevivir.
Nace una pasión 
El origen de todo esto estuvo allá por los años 20s del pasado siglo, cuando los primeros cromos llegaban junto a las cajillas de cigarrillos inglesas y no tenían un álbum como destino. Mucho menos a los niños, por supuesto. Luego pasaron a los chocolates y otros dulces, donde los menores comenzaron a tener acceso directo a ellos. Entonces les llegó el turno a los álbumes y a los sobres de figuritas puestos a la venta, porque a alguien se le ocurrió que había que coleccionar aquellas figuras y también se vio que eran un negocio en sí mismas y tenían su propio valor.
Llegó la época de las ‘fáciles’ y las ‘difíciles’ (también conocidas como ‘selladas’), el tiempo de las negociaciones de trueque callejeras y hasta de los juegos que se podían hacer con las redondas de cartón o chapa y las rectangulares de papel.
La industria de los álbumes también fue superándose, a tal punto que al principio llegaban a tener menos de 200 cromos en su totalidad, para alcanzar luego cifras superiores a las 500 figuritas requeridas para completar el álbum.
La tecnología tampoco se quedó por el camino y al principio se pegaban con cola, para luego pasar a ser autoadhesivas a principios de los 70s. La propuesta comercial aumentaba a medida que los álbumes crecían en cantidad de cromos y que la competencia de dos, y hasta tres, en una misma temporada obligaba a los empresarios a exprimirse el cerebro para cautivar a un público tan experto y exigente como los niños. Así aparecieron los premios (radios, bicicletas, pelotas, uniformes completos) para aquellos que lograran la difícil tarea de completar el álbum.
Vidas paralelas
José Ramón Ramírez Rubio, hoy representante de jugadores profesionales en España, recuerda con nostalgia aquellas épocas de su infancia en que los cromos fueron una de las mejores partes de su existencia y relata en su sitio web, Clan de Fútbol: ‘Miles de niños adquirimos conocimientos a través del coleccionismo de cromos. Entonces no existían “cd’s”, “dvd’s”, “plays”, “psp's”, “mp3”…  Los niños del 70 aprendíamos sobre otras culturas o sobre la conducta de animales y plantas a través de las colecciones de cromos que conseguíamos en los chocolates, chicles o en los sobres que comprábamos en el kiosco de la plaza. Como no existían las bases de datos, almacenábamos la información en nuestra memoria, ¡sana y provechosa costumbre! Recuerdo que me conocía los nombres completos, estaturas, pesos, fechas de nacimiento y trayectorias de la mayoría de futbolistas españoles …Me acuerdo como si fuera ayer de las reuniones en la plaza con nuestras cajas de zapatos repletas de cromos para intercambiar los repetidos con los amigos. Al mismo tiempo, aprovechábamos muchas veces los encuentros para celebrar auténticos partidos de chapas …. Me vienen a la mente aquellas imágenes de Asensi, Marcial, Claramunt … Iribar era el gafe, nunca me salía. ¿Y Cruyff? Tener el cromo del holandés ¡era la leche!
He buscado en el trastero de mi casa de soltero aquellas cajas de zapatos llenas de cromos pero, por lo visto, en alguna de las limpiezas de mi madre pasaron a otra vida. Es uno de los pocos defectos que tienen las madres: ordenar los desvanes y tirar todo aquello que les parece inútil o inservible’.
Más allá de diferentes nombres idolatrados en cada lugar del mapa -ya que lo que significaba para José Asensi o un Cruyff, lo era para otros un Bochini, un Pelé, un Artime o un Bruno Conti- es un hecho que las infancias alrededor del mundo fueron mucho más parecidas entre sí gracias, en parte, a la existencia de estos casi extintos álbumes, caídos en ‘batalla’ ante similares enemigos (las madres también fueron demasiado parerecidas alrededor del mundo).
Valor histórico
La imaginación de la época llegó a crear variantes a las tradicionales figuritas con fotos de los jugadores posados; cuando  fotógrafos más osados o equipos fotográficos perfeccionados lograron tomar jugadas inolvidables, o dibujantes increíbles hicieron álbumes completos con las caricaturas de todos y cada uno de los jugadores.
Los tiempos modernos amenazan con acabar con los álbumes como entretenimiento de las nuevas generaciones, que evitan ensuciarse las manos gracias a los videojuegos; aunque en contraposición les han dado valor de antigüedad, cotizando muchos de ellos a precios bastante altos en las subastas. Algunos, que se mantuvieron fuera del alcance de las madres ‘ejecutoras’ y sortearon los tiempos, llegan hoy a valer más de 500 euros (unos 750 dólares) en subastas de internet. ¡Haberlo sabido entonces!
Existen inclusive los que ofrecen comprarlos, aún incompletos o rotos, e insisten en que ‘pago muy bien’, en lo que parece ser un revival de aquella pasión, ahora en forma de pieza de museo.
De aquellos fantásticos trueques callejeros de pantalón corto, manos ennegrecidas y narices mocosas, los cromos han pasado a este presente donde cotizan en eBay, el que los compra tiene sobre su escritorio una caja de kleenex y los paga con tarjeta.
Para aquel al que este artículo no le haya traído a la memoria algunos momentos que creía olvidados, algunas caras sucias, álbumes, cromos especialmente codiciados o amados y hasta castigos maternos derivados de una afición que muchas veces postergaba a las obligaciones escolares: ¡Nuestras más sinceras condolencias por lo que se perdió de vivir!

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