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miércoles, 24 de febrero de 2010

R: Corazones púrpuras

Entendieron que esos colores representaban algo más que un equipo y hasta mucho más (en tiempos modernos) que un contrato. Leyeron ese momento de sus vidas como la oportunidad de darlo todo y merecen pasar a la historia porque trascendieron su condición de deportistas para convertirse en héroes.
En algunos casos no fueron los mejores, ni siquiera los mimados de la parcialidad; mucho menos de los directores técnicos. No llegaron a sus equipos o selecciones envueltos en el ‘glamour’ de la prensa; por el contrario, muchos de ellos fueron criticados hasta ser despedazados.
Tal vez fueron esos algunos de los motivos que despertaron su rebeldía y los llevaron a transpirar tanto la camiseta hasta que se les metiera en la piel. Quizás se prometieron a sí mismos, mientras la lluvia helada de críticas les obligaba a bajar el rostro, que su revancha sería volver con la cabeza alta y su nombre grabado para siempre entre las mejores memorias de todos.
No todos volvieron campeones, pero todos ellos tienen un respeto ganado pesa más que muchas copas.
‘El Matador’
Hablar de Argentina y sumarle el número 10 impone hablar de Maradona, por ‘decreto’. Sin embargo, antes hubo un hombre que se puso la ‘10’ y todo el cuadro al hombro para llevar a su país a la primera conquista mundial, en 1978.
Argentina tenía varios números 10 en aquella selección que dirigía Menotti (Alonso, Valencia, Villa, Larrosa, etc) y, para evitar rencillas entre sus hombres por los números, el ‘Flaco’ decretó que se entregarían las camisetas por orden alfabético. Así fue que este hombre con apodo de torero español se encontró con la ‘10’ en la espalda.
Aunque no era un jugador rechazado por la afición argentina, Kempes tampoco era una de las súper estrellas de aquella selección, pese a ser el único convocado que llegó del exterior; sin embargo hizo de sus presentaciones en aquel invierno helado del ‘78, verdaderas epopeyas de entrega. No hizo ningún golazo pero fue el goleador del mundial con seis festejos, entre los cuales estuvieron dos dianas en la gran final, ante Holanda. Fue la pieza clave del equipo de Menotti, la mejor carta de victoria.
Fue un luchador del área, con tanto desorden como entrega; un toro (valga la paradoja) que no tuvo el ‘10’ en el estilo pero lo tuvo en el alma y en el reconocimiento de propios y extraños.
Sin Kempes, aquel hubiera sido un mundial muy diferente para Argentina.
‘El Negro Jefe’
Por esas cosas que tiene la vida Obdulio Jacinto Muiños Varela fue conocido popularmente por su apellido materno, Varela, y bautizado como ‘El Negro Jefe’ por el mundo del fútbol.
Nacido en 1917, logró llegar a la cúspide de su carrera a la edad que otros jugadores cuentan las horas para retirarse. En 1950 fue el capitán, líder y emblema del campeón mundial más sorpresivo de todos los tiempos, Uruguay 1950, además también participó en el Mundial de 1954.
Nadie lo recuerda por su técnica, por la rudeza de su juego o por tener un estado físico sin igual. Obdulio Varela es sinónimo de personalidad dentro de una cancha de fútbol, es la ‘garra charrúa’ en su más pura expresión.
Tras ponerse en ventaja Brasil en la gran final de 1950, Obdulio tomó la pelota bajo el brazo y dialogó por varios minutos con el árbitro inglés, mediante un intérprete, lo cual enfrió la euforia del equipo rival y todo el estadio que lo apoyaba.
Supo impulsar moralmente a sus compañeros, instándolos a ganar un partido que parecía imposible ante un equipo local a todas luces superior y todo un estadio rival, remarcando que solo eran once contra once dentro del campo con una frase que ha quedado en la historia: ‘Los de afuera son de palo’.
No se puede hablar de la historia del fútbol mundial sin mencionar el ‘Maracanazo’, ni se puede hablar de esta gesta única sin nombrar al ‘Negro Jefe’.
‘Totó’
Veloz y oportunista, Salvatore ‘Toto’ Schillachi estuvo lejos de ser brillante y su carrera en el fútbol profesional de alto nivel fue muy corta. Apentas tres años transcurrieron desde su llegada al Juventus, proveniente del provinciano Messina, hasta su salida hacia el Inter y casi inmediata venta a un club japonés, Jubilo Iwata, donde permaneció hasta su retiro, en 1999.
Sin embargo ‘Totó’ cuenta con el raro privilegio de ser el mejor recuerdo del peor mundial disputado por Italia en los últimos tiempos, si se tiene en cuenta que era el local y no logró llegar a la final.
Schillachi fue un convocado a la ‘nazionale’ de última hora que gracias al bajo nivel en que se encontraba Vialli (titular) y a lo rápido que se entendió con Biaggio, se ganó la titularidad y luego, a fuerza de goles, el inmediato amor de los ‘tiffossi’. La prensa italiana y gran parte del público no justificaban la convocatoria.
Sus seis goles no alcanzaron para que Italia superara la semifinal, ante Argentina, pero lo dejaron como el máximo artillero de un mundial en el que ni imaginaba participar y fue llamado contra el beneplácito de casi toda la prensa especializada.
Lo efímero de su carrera en el gran fútbol europeo parece confirmar que los especialistas no se equivocaron al evaluar las limitadas condiciones de ‘Totó’, pero es un hecho que tuvo su momento de gloria y lo supo aprovechar en beneficio propio y de su ‘azzurra’; por lo tanto merece un lugar en esta pequeña lista púrpura.
El ‘Kaiser’
Un genuino ‘producto alemán’ en toda la extensión de la palabra: noble, confiable, con clase, sólido, … Parece que se describe a un auto y por algo los autos alemanes tienen su bien ganada fama. El legendario capitán germano logró un lugar entre las mejores memorias del fútbol por su clase pero también por su corazón.
A los 20 años de edad debutó en un mundial, Londres 1966, marcando 4 goles pese a jugar de defensa. Cuatro años más tarde dio otra muestra de corazón al jugar en México 1970 con un brazo en cabestrillo.
Franz Beckembauer está ligado a la mejor época del fútbol alemán, tanto a nivel de selecciones como de equipos, ya que fue integrante fundamental del legendario Bayern Munich que consiguió ganar tres veces la Bundesliga y otras tantas la Copa Europa.
Volvió a la selección como técnico en 1986 y su equipo fue subcampeón al caer en la final ante Argentina, para tomar revancha en Italia 1990, ante el mismo rival, y consagrarse campeón mundial.
Fue organizador del Mundial 2006 y también lo hizo con éxito; así que como jugador, entrenador y dirigente ha sabido ganar, en parte por ser parte de una buena infraestructura pero también porque esa organización sabe que cuenta con él. El fútbol alemán ha tenido grandes nombres en su rica historia, pero el ‘Kaiser’ tiene un sitio preferencial.
El viejo león
Nació en 1952 en Yaoundé, capital de Camerún, pero su fútbol llegó a las retinas del mundo entero recién 30 años después, en España 1982. A pesar de no superar la primera fase, los cameruneses dejaron una buena impresión, la cual refrendarían ocho años más tarde, en Italia 1990, cuando, con dos goles suyos, Camerún dejaba por el camino a la mejor Colombia de la historia.
Su corazón fue tanto que volvió al siguiente mundial, Estados Unidos 1994, con 42 años a cuestas y siendo muy discutida su inclusión en Camerún, donde ya se lo consideraba viejo, para convertirse en el anotador de mayor edad en la historia de los mundiales al convertirle un gol a Rusia y dejar claro que un león viejo no deja de ser un león.
Entre los inolvidables ‘leones’ de Camerún, autores de grandes páginas del fútbol africano, hay uno que es el verdadero ‘rey de la selva’.
Albert Roger Milla ha ocupado cargos en la Federación de Camerún y el Ministerio de Deportes, pero también ha manifestado en varias oportunidades sus intenciones de ser presidente de su país; algo que no hay que descartar porque, por lo visto, para él nunca es tarde.
El ‘bulldog’
No se puede ni se debe hacer una lista de jugadores con corazón sin incluir en ella al ‘bulldog’ paraguayo, José Luis Chilavert. ‘Chila’ para muchos aficionados.
No pasa a la historia como un portero de reflejos increíbles, de agilidad felina o de ubicación impecable. Su legado es de sangre bombeada a todos sus compañeros por un corazón que siempre quería ganar y contagiaba.
Fue símbolo de la mejor época de la selección guaraní y del inolvidable Vélez Sarsfield que conducía técnicamente el ‘Virrey’ Carlos Bianchi y supo ganar todo.
Su pegada lo convirtió en un arquero diferente, capaz de anotar goles como casi ninguno; pero ni siquiera ese don poco común puede desplazar a la personalidad como el rasgo más sobresaliente del paraguayo.
Era capaz de provocar a toda la tribuna rival para que se ensañaran con él y el resto de su equipo no sintiera la presión de ser visitante. Daba la sensación de que su gran corazón guerrero le hacía sentir más cómodo de visitante que de local.
Chilavert es el más representativo de un grupo de jugadores que marcaron un antes y un después en la historia de las selecciones paraguayas. El fue la convicción, transmitida a todo un país que antes no iba a los mundiales y ahora no se pierde ninguno.

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