Nacional se despidió de la Copa
Libertadores de América en octavos de final, mucho más temprano que el año
pasado , cuando cayó en semifinales ante Estudiantes; porque, aunque muchas
veces se dice que en el fútbol no hay lógica, tampoco hay que creer en
milagros.
Del Nacional 2009 a éste, versión 2010,
hay notables diferencias. La primera y más gravitante es la mentalidad, que
parte del cuerpo técnico. Si bien el año pasado el equipo de Pelusso no era
maravilloso, al menos intentaba jugar a algo, hasta que decidió cambiar el ‘chip’
ante Palmeiras, con un fútbol avaro que lo puso al borde de la eliminación y
que lo dejó definitivamente fuera ante el, a la postre, campeón, Estudiantes.
Hoy Acevedo es como técnico lo mismo que
fue como jugador. Duro, avaro, mediocre, recursivo y con complejo de
inferioridad (futbolísticamente hablando). Esa mentalidad se traduce a un equipo que quiere
jugar la Libertadores al estilo de hace 30 años de ‘pegue’, ‘empuje’, ‘vuelva a
pegar’, ‘tire pelotazo por si …’. Un estilo que ya no tiene lugar.
A lo poco que aporta el técnico hay que
sumarle las salidas de jugadores fundamentales. Culpa de un fútbol tan pobre
que exporta a varios de sus mejores jugadores, ya no a Europa, sino al resto de
Latinoamérica.
Victorino y Fernández, figuras destacadas
en el Nacional 2009 fueron suficientemente baratos para que los compraran desde
Chile. Lodeiro, el mejor pase de la historia del fútbol uruguayo, le costó poco
más de 5 millones al Ajax (una ganga para los precios que se manejan en
Europa).
A cambio volvió Lembo, un jugador que es
el vivo reflejo de lo que era Acevedo en su época de deportista. Igual de duro,
de malo, de pegador y de carente técnicamente. El ambiente uruguayo es tan
generoso que acoge de vuelta a los que eran malos de jóvenes, cuando vuelven
más viejos, más malos y más lentos. A su lado se para Coates, el defensa que comete, al menos, un grave error por partido. ¡Pero es titular indiscutible!.
Así, con la eliminación de Nacional,
termina otra Copa Libertadores sin presenciar el ansiado regreso de los equipos
charrúas a los trofeos; esas cosas metálicas brillantes que hoy se enmohecen en
las vitrinas de los otrora grandes equipos uruguayos, como testigos de un
tiempo que fue y parece que nunca volverá a ser.
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