Fue la final de las mil revanchas, de los
mil desafíos personales, de las mil historias vinculadas a un partido a cuya
importancia natural se suma la de ser la gran final previa a un mundial.
Por eso Zanetti celebró con todo su
partido número 700 con la camiseta ‘neroazurra’, que conmemoró nada menos que
siendo el primer capitán argentino de un equipo campeón de la Champions, y que
fue la muda pregunta reiterada a Maradona. ¿Por qué no el Pupi?.
Otro tanto para Cambiasso, figura
fundamental del campeón. Pulmón incansable para recuperar y hábil cerebro para
distribuir. ¿Este tampoco, Diego?.
Para Milito fue la confirmación de su
gran momento. Mejor jugador de la final, implacable goleador y otra pregunta
para el ‘10’ ¿Es suplente de Higuaín o al revés?.
Lucio dijo lo suyo, porque Van Gaal lo
desechó cuando se hizo cargo del Bayern, para que fuera a parar al Inter y
demostrar que la decisión del holandés no fue la mejor. Ni Demichelis ni van
Buyten calzan los puntos del brasileño. Milito se divirtió con los dos.
Fue el regreso de Snaijder, para
coronarse en el estadio del equipo que también lo dejó de lado, cuando las
llegadas de Kaká, Cristiano Ronaldo y Benzemá deslumbraban. También, aunque se
haya ido vencido, fue la misma historia para Arjen Robben, otro tremendo
jugador que paseó su clase pese a estar muy solo en la conducción de un equipo
que extrañó a Ribery.
Fue la segunda coronación consecutiva en
Champions para Samuel Eto’o, uno más de los descartados pero por el Barcelona,
que entendió que Ibrahimovich valía mucho más que el camerunés y lo entregó en
parte de pago junto a 45MM de euros.
Fue la noche, el día y la semana completa
de José Mourinho, el técnico que sabe llenar páginas de periódicos con gestos o
declaraciones. Hoy, a pesar de la coincidencia general sobre lo poco agradable
que suele ser el portugués, el mundo parece coincidir en que es el mejor
orientador del momento.
Fue el viejo Inter Milan, después de eternos 45 años,
encaramándose en la cima del fútbol de Europa, haciendo llorar a sus ‘tifossi’
en las tribunas y sacudiéndose todos los complejos que le ha sembrado su ‘hermano
exitoso’ , el AC Milan, con sus siete torneos europeos en vitrinas.
Fue el nuevo Inter, el que se para en
cada partido con diferente perfil como consecuencia de un estudio previo. Hubo
un Inter en la fase de grupos de esta Champions, otro en octavos, otro
diferente en la ida de cuartos ante el Barcelona y otro irreconocible en el
partido de vuelta en el Nou Camp. El de la final fue una versión cautelosa pero
no miedosa, no fue atacante pero tampoco dudó a la hora de pegar. Un equipo
efectivo sin brillar, sólido y principalmente, en cada uno de sus jugadores,
muy maduro e híper concentrado. La única desconcentración la tuvo al inicio de
la segunda mitad y casi la paga muy cara. Si no pasó nada es porque, además de
todo, tiene al mejor arquero del mundo, Julio César.
Mientras todo el mundo sigue deslumbrado
con el Barcelona, el Inter a dicho que existen otras formas de llegar. Poco
ortodoxas, irrespetuosas con el espectáculo a veces, pero formas al fin. Más de
un camino conduce a la ‘Orejona’.
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